A don Daniele Bonanni, don Luca De Chiara, don Giorgio Ghigo, don Giacomo Landoni, don Andrew Lee, don Andreas Scholz y don Philip Stokman.
A Giovanni Barrani, Ignazio Beghi, João Brito, Matteo Pagani y Martino Zavarise.
Queridos amigos:
Todo el movimiento de Comunión y Liberación participa conmovido en la fiesta que celebráis hoy por vuestras ordenaciones sacerdotales y diaconales. Es una gran fiesta porque no se puede sentir más que auténtica alegría, ni se puede hacer otra cosa que compartirla apasionadamente con los amigos, cuando uno responde con su vida a la llamada que Cristo ha tenido la Gracia de dirigir a cada uno de vosotros.
Una llamada que, por voluntad Suya, ha surgido y se ha hecho cada vez más correspondiente dentro de la compañía del movimiento y en el camino con la Fraternidad San Carlos, que ahora os hace testigos para el mundo de una fe viva, que vive dentro de esta comunión. Una fe viva y deseosa de devolver a los demás el Amor que habéis recibido. El misionero, decía recientemente el papa Francisco, «es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración, su intercesión, Jesús pase. […] la fe nace por atracción, uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, no, sino porque es tocado por el amor.» (Audiencia general, 7 de junio de 2023). Por eso doy gracias de corazón a vuestras familias, a vuestros amigos, a vuestros superiores y a toda la Fraternidad San Carlos.
One cannot experience anything but genuine joy, nor can one do anything but share it passionately with friends, when you respond for life to the call that Christ has had the Grace to address to each of you.
Lamento no poder estar allí personalmente, os dejo como deseo las palabras que don Giussani dirigió a un joven que le preguntó cómo comprender su misión. «¿Cuál es mi misión?, ¿en función de qué o, lo que es lo mismo, cómo debo servir a mi destino? Mira, preocúpate solo de una cosa: de amar el ideal. Es necesario amar el ideal en su concreción, porque Ideal, Dios, Cristo, Destino son todos sinónimos. Ama tu destino, pide a Dios tener claro tu destino y amarlo. Después, a través de las circunstancias, Dios te mandará donde deba mandarte. No te corresponde a ti elegir tu misión. No tengas miedo, te la indicará Él. La vocación no la elige el hombre, se la da Dios, haciendo que la encuentre dentro de un cierto cauce. Pero es necesario amar el destino, es decir, amar la razón de vivir. Dios exige usar la razón» (Los jóvenes y el ideal. El desafío de la realidad, Encuentro, Madrid 1996, pp. 91-92).
Os mando un fuerte abrazo y os pido que en vuestras valiosas oraciones recordéis al Papa, la Iglesia y el movimiento.
Con afecto,
Davide Prosperi