Este miércoles 20 de diciembre hemos realizado en nuestra parroquia una cena de Navidad distinta. La hemos titulado “¡Que nadie este solo!”. Una cena dedicada a las personas de la calle, ancianos, drogadictos, madres adolescentes, los más abandonados de nuestra ciudad.
Cuando la pensamos con un grupo de amigos de la parroquia nos propusimos que tenía que ser una cena bella, como sí nuestros invitados fueran Cristo mismo. Nuestro deseo era que justamente los que vinieran fueran acogidos de una manera en la cual la Familia de Nazaret no lo fue. En cierta manera nuestro deseo era realizar una cena reivindicativa, donde la acogida al “diverso” encuentre en nosotros un “sí, quédate con nosotros”.
Así comenzamos a organizar primero pidiendo la ayuda a los mejores chefs de Asunción, que se lucieron con el “menú” tal cual lo realizan en los mejores restoranes de nuestra ciudad.
Nos preguntamos ¿cómo asegurar que nuestros invitados vengan realmente? Entonces nos pusimos en contacto con otras asociaciones que trabajan con personas en situación de calle, sin techo, pobres. Nos conseguimos autobuses que los fueron a buscar y después a dejar a los lugares de proveniencia.
No fue una cena para recaudar fondos para los pobres, fue una cena para los pobres
Pedimos a toda la parroquia “apadrinar” a un invitado, de tal forma de ayudar a las personas a un gesto de caridad. Quizá esto fue lo más bello, no fue una cena para recaudar fondos para los pobres, fue una cena para los pobres, pagada por un padrino.
Calculamos 200 personas, pero llegaron muchos más. Menos mal que nuestros cocineros venían preparados y dimos a todos de comer, hasta de sobra.
El servicio a la meza fue realizado por nuestros chicos del “Centro Juvenil”. 50 jóvenes que contentos han venido desde temprano a poner todo en condiciones, después han servido a cada uno como sí al que sirviesen fuese Cristo mismo. Al terminar la cena, estos mismos jóvenes, han dejado todo limpio. ¡Un espectáculo!
Imágenes conmovedoras, de personas llenas de emoción por ser servidas en un lugar tan bello, como es nuestra parroquia, y con una cena tan bien preparada. Algunas personas se atrevieron a bailar, otros a cantar, a decir poesías. En fin, una gran fiesta. Todos se han llevado, además, un regalo a casa.
El gesto nos permitió entrar en relación con tantas personas, pero también con asociaciones que se dedican a colaborar con los más necesitados. De hecho, la ganancia que obtuvimos nos sirvió para ayudar a algunos de estos amigos en su necesidad. Una Navidad verdadera, donde no tuvimos miedo a decir “sí”. En lo concreto, una educación en la caridad que jóvenes y adultos de nuestra parroquia nunca olvidarán. La fisionomía de la parroquia es distinta estos días, veo gente contenta y agradecida. Al final esto es la Navidad, dejar entrar y acoger al distinto por excelencia, Jesucristo, centro de nuestra vida.