Stefano Zecchi, conocido periodista y profesor de estética en la Universidad Estatal de Milán, ha escrito que «para don Giussani, amar la belleza significaba amar una verdad que construye. La belleza es siempre una fuerza propositiva, constructiva, nunca regresiva, nunca nihilista, que ha sido siempre una idea de invención y construcción de mundos posibles».
Construir. En un tiempo en el que todo parece deshacerse, ¿qué puede haber de más necesario? Don Giussani fue un gran constructor porqué amaba la belleza. Y la buscaba en todos los aspectos de la realidad y al fondo de cualquier expresión de la creatividad humana, el arte, la música, la literatura. Esta búsqueda de la belleza ha sido el ideal que ha movido su acción en la realidad, arrastrando cualquier persona que lo encontrase dentro de este dinamismo dirigido a la construcción del Reino de Dios. Fue para nosotros un gran educador porqué ha implicado en esta búsqueda incansable también nosotros. Pero para educar, para construir, para dar fruto en la vida, debemos vivir de aquella virtud que, según Péguy, es la «fe que Dios prefiere»: para ser educadores, para ser constructores, hace falta esperar. La finalidad de nuestra vida es colaborar en la construcción del Reino de Dios y es sólo este ideal tan alto el que da dignidad a nuestro ser sacerdotes, a nuestros ser misioneros, a nuestro ser cristianos. Porque bien sabemos que, en última instancia, quien construye la realidad, quien la recrea continuamente, no somos nosotros.
Como dijo la Papa Francisco, el mayor de los milagros de Jesús es el de «reconstruir todo: es esto lo que hace en mi vida, en tu vida, en nuestra vida. Reconstruir. Y esto que rehace Él es justamente el motiva de nuestra esperanza. Cristo, que rehace todas las cosas más maravillosamente que en la Creación, es el motivo de nuestra esperanza. Y esta esperanza no defrauda, porque Él es fiel y no puede negarse a sí mismo. Esta es la virtud de la esperanza».
El Cardenal Ratzinger dijo: «La promesa de la esperanza es un don que ya se nos ha dado de alguna manera y que esperamos de Aquel que es el único que realmente lo puede dar». Las páginas que siguen quieren dar testimonio como nuestra vida esté tejida en la espera de este don y como la esperanza pueda florecer incluso dentro de las circunstancias más adversas y más diversas. Y de cómo ella nos eduque a la búsqueda de aquella belleza a la que todos estamos destinados.