En una carta desde Taipéi, el relato de una caritativa con algunos jóvenes taiwaneses, durante un viaje a Italia.

Queridísimos,

Os quiero contar el viaje que este verano nos llevó de Taiwán a Italia con algunos de nuestros estudiantes. Éramos unos veinte. Pasamos la primera semana en Carpi, en la cooperativa “Nazareno” para discapacitados. Fue una semana de caritativa “full immersion”, mientras por las noches nos encontrábamos con amigos que Vivian en Emilia. En la Nazareno nos dividimos en grupos y hemos acompañado las personas con discapacidad en los trabajos cotidianos o bien, simplemente, les hemos hecho compañía. En realidad, éramos todos una gran compañía de “discapacitados”. A los taiwaneses, no obstante sus estupendos profesores de italiano (nosotros…), les costaba un poco hacerse entender. Los lugareños también. Los taiwaneses estaban un poco fuera de lugar y cohibidos en sus movimientos. Los lugareños, menos. Cualquier diálogo entre taiwaneses y lugareños requería de dos intérpretes. En resumen, resulta difícil decir quién ayudaba a quien, sin embargo he visto florecer las relaciones entre ellos como nunca me hubiese imaginado. Hemos dejado “hablar” a la caridad. Cada mañana, después del desayuno y la oración, leíamos y explicábamos un trozo del librito sobre el sentido de la caritativa de don Giussani. Después, por la noche, antes de cenar, hacíamos una pequeña asamblea para contarnos cómo había ido el día.

Serían demasiadas las cosas a contar, pero muchos de nuestros estudiantes han confesado que no habían visto ni vivido nada parecido, una experiencia muy distinta a la que es posible hacer en Taiwán, donde los discapacitados son tratados como un problema a resolver (asumiendo que los dejen nacer): a menudo la relación con ellos se limita a hacerlos comer, lavarlos y acostarlos. Los chicos han dicho que habían descubierto el valor del otro, pero sobre todo de ellos mismos. Uno de ellos dijo: “Nunca hubiese imaginado que ayudar a los demás me hubiera hecho tan feliz”. Otra afirmaba: “En estos días he descubierto más a mi corazón, no entiendo bien cómo, pero es así”. O bien: “Sin vosotros no lo hubiera logrado nunca. Tengo ganas de volver a casa y contarlo a todos”. ¡Incluso había quien proponía quedarnos en Carpi en lugar de continuar hacia Roma! En resumen, fue realmente una semana llena de regalos inesperados. Nosotros pensábamos que para muchos la primera semana hubiera sido de espera, para ir luego a Roma a divertirse.

En la capital visitamos lugares magníficos, desde los Museos Vaticanos hasta las diversas plazas famosas, de Trastevere a Villa Borghese. Les hemos contado y les hemos mostrado la historia de la Iglesia, la experiencia de donde viene lo que habíamos vivido en Carpi. Yo mismo he estado en lugares nuevos, en Roma, y también he disfrutado por cinco días nuestra casa en Vía Boccea, cosa que no ocurría desde hace algún tiempo. El último día, en la asamblea final, prácticamente todos los chicos han dicho que la primera semana en Carpi les había impactado más que todo lo demás. ¡Impresionante! Muchos dijeron: “Este viaje ha sido bellísimo pero también diferente de los demás, no sé por qué”. Todos estaban visiblemente invadidos por una alegría que no sabían explicarse. Al final les dijimos que esta diversidad es una persona y tiene un nombre, Jesús.

Hace pocos días me enteré de que una chica del grupo ha pedido empezar la catequesis: quiere conocer mejor a esa Persona de la que se origina todo lo que ha visto durante esos días.

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