Queridísimos,
Os escribo mientras me quito de encima el polvo de un viaje en jeep, durante el cual empecé por fin a conducir. He estado en Kinamba, acogiendo a algunas bienhechoras de la misión que estarán con nosotros hasta mañana para visitar las obras. Me acompañó John, el conserje de la parroquia, que la semana pasada me enseñó a ir en pikipiki (motocicleta).
Alrededor de la parroquia, donde vivo con don Giacomo y Fr. Paul, hay campos de cultivo que amo atravesar cuando rezo el rosario. Especialmente en este periodo hay varios trabajadores empleados en el cultivo de repollos, tomates y zanahorias, bajo la supervisión de Fr. Paul. Los tractores trabajando de buena mañana, mientras de fondo se escuchan las campanas, me recuerdan a la Brianza. La extensión de los campos, pastos y sabanas llega hasta el monte Kenia, que de vez en cuando se deja ver imponente en el horizonte. En medio de esta naturaleza se asoman las 20 out-stations (capillas) de la parroquia, situadas en lugares con nombres muy variados a los que, por turnos, vamos a decir misa. Hay una prevalencia de determinadas tribus en cada capellanía. Es bellísimo entrar en estas pequeñas iglesias de barro y planchas y encontrar a los fieles vestidos de fiesta (sobre todo las mujeres están siempre con sus trajes tradicionales) que ensayan los cantos en su propia lengua.
Os voy a contar dos experiencias de este periodo. Estoy de visita con don Giacomo en la residencia de estudiantes cerca de la parroquia. Debido a su prolongada ausencia, he empezado a seguir en su lugar a los chicos en el rezo de completas, que se hace a las 21:30 horas todos juntos. Mi papel es simple: guio la oración, acompaño el himno con la guitarra y deseo las buenas noches. Ha sido fundamental rezar a la Virgen para que me hiciese encontrar a estos chicos, y así ha sucedido que después de una misa me he cruzado con algunos de ellos y me he puesto a charlar. George, que está en cuarto, me ha invitado a jugar al ajedrez con él. Con otros dos le hemos dado al ping-pong, una chica quería aprender los cantos de Completas y la directora me ha dicho que hubiera estado bien si les hubiera podido enseñar música.
Una segunda experiencia fue la bendición de las casas. Por lo general, hacia las 9:00 llega el responsable de la jumuiya (comunidad) que visitaremos; cojo el jeep y empiezo a conducir por los alrededores de la parroquia. Se pasa por los campos cultivados, o por senderos de las cabras, o en medio de los arbustos (claramente el primer día pinché un neumático). Se llega por fin a la boma (recinto), donde normalmente nos esperan marido y mujer. Explico brevemente lo que haremos: no obstante todos sepan el motivo de la visita, es necesario hacer una especie de introducción. Después de esta introducción, tenemos la oración y luego empiezo a bendecir todo. No siendo casas, si no boma, los ambientes están divididos: está la cabaña de la cocina, la cabaña del comedor, el granero, el dormitorio, la cabaña de las gallinas y la de las cabras, el recinto de las vacas. Después está el campo, el tanque del agua de lluvia, las plantas de mango y de aguacate. Y finalmente las tumbas, que suelen ser unos montículos de tierra en el jardín o en el campo cultivado.
Estoy muy agradecido de este periodo inicial. Puedo vivir profundamente el silencio durante el día, reflexionando en especial sobre el acercarse de la ordenación sacerdotal y sobre mi deseo de depender totalmente de Dios.