Ahora para finalizar esta celebración, junto con el padre John y el padre Carlo, quisiéramos agradecer a todos ustedes por su acogida en esta parroquia.
Un agradecimiento especial va a nuestro arzobispo, el cardenal Rubén Salazar y a monseñor Daniel, quienes nos han ofrecido la oportunidad de asumir el cargo de la parroquia y que, desde el primer momento, han acompañado nuestros pasos con amistad profunda y disponibilidad.
Muchos sacerdotes y religiosos nos han brindado ayuda y consejo: entre ellos queremos agradecer especialmente al padre Mauricio Urbina, párroco de la Veracruz, y a la comunidad Franciscana de la Iglesia de san Francisco.
En la segunda carta a los Corintios, san Pablo escribe: “Nosotros no pretendemos dominar sobre vuestra fe, pues ya os mantenéis firmes en ella; sólo queremos contribuir a vuestra alegría” (2 Cor 1,24). Este es también el programa pastoral, que queremos realizar viviendo y trabajando para esta comunidad.
¿Cómo es posible servir a la alegría de los demás? el poeta francés, Charles Peguy, decía que para tener esperanza se necesitaba haber recibido una gran gracia. Lo mismo se puede decir de la fe y del amor. Para vivir la fe, para amar de todo corazón a los demás, primero uno tiene que haber recibido amor y confianza hacia sí mismo, tiene que haber encontrado a alguien que haya sido como un fuego que permita que otro fuego se encienda.
Para nosotros esto sucedió cuando conocimos al padre Luigi Giussani, fundador del movimiento de Comunión y Liberación, y se profundizó cuando entramos a la Fraternidad San Carlos, nuestra congregación. El gusto por la amistad, la pasión para que Cristo sea conocido en el mundo, el deseo de servir a la Iglesia como misioneros, la estima profunda por la libertad y la sensibilidad de cada uno, son la herencia que hemos recibido y que queremos proponer a todos. La presencia en esta celebración del padre Marco Valera, responsable nacional del Movimiento de CL en Colombia y de muchos amigos integrantes de la comunidad, nos llena de gozo y gratitud.
También, queremos agradecer por la presencia de nuestros padres. Han venido de Italia y Canadá para participar en esta celebración, añadiendo otro sacrificio a todos los que ya han tenido que soportar por tener hijos sacerdotes y misioneros. A ellos les somos deudores del don de la vida, de la fe y de su apoyo incondicional que a pesar del tiempo y la distancia continúan intactos hacia nosotros sus hijos. En ellos encontramos el testimonio más fuerte de que el Amor es posible para siempre y que, con el tiempo, Dios muestra los frutos de los sacrificios.
Dios les pague a todos ustedes por su cariño y acogida.
Bogotá – 19 de febrero de 2017