Publicamos la homilía que pronunció Francesco Ferrari en la primera misa de los sacerdotes ordenados recientemente.

Para los sacerdotes que acaban de ser ordenados pido a Dios lo que hemos rezado en la oración colecta: Dona a tus fieles una alegría santa. ¿Qué es la alegría santa de la que habla la liturgia? Creo que está profundamente ligada a la vocación a la que estáis llamados, y las lecturas de hoy nos conducen al centro de la misma.

 

  1. Corderos en medio de lobos

En el pasaje en que envía a setenta y dos discípulos, Jesús parece provocador. De hecho, ¿qué les pide? Ir como corderos en medio de lobos. Un cordero en medio de lobos está acabado, ¡no tiene esperanza! Pide que no lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias, es decir, las cosas necesarias para el que inicia una caminata, sin las cuales uno no puede llegar muy lejos. Pide que no saluden a nadie por el camino, ¡privándose de este modo de cualquier alivio más que justificado! Cristo pide emprender una misión sin garantías ni seguridades, es más, sin lo necesario para llevarla a cabo y, por tanto, en el fondo con una sola certeza: ¡saber que no lo conseguirás! Es un pasaje paradójico. Cristo envía a los discípulos a la misión, pero los envía pidiéndoles condiciones imposibles. Corderos en medio de lobos.

 

  1. La verdadera victoria

¿Por qué pide una misión imposible? ¿Acaso quiere ver derrotados a los discípulos?

No. Cristo desea la victoria, tanto para los discípulos de entonces como para los de hoy. Cristo desea que vuestra vida, hermanos, sea victoriosa. Pero justo por su deseo de victoria, al principio de la misión, quiere aclarar de qué victoria se trata. La misión que Cristo nos confía no es proporcional a nuestras fuerzas. No nos pide ser buena gente o convertir a muchos, tener ciertos éxitos o no tener grandes fracasos. ¡Podríamos llegar a tener éxito también en estas cosas! Pero sería una victoria miserable, porque sería simplemente nuestra victoria. Se trataría únicamente de nuestra victoria. Las condiciones que se les pide a los discípulos son imposibles precisamente para que sea evidente que la victoria que uno espera −el cumplimiento de la misión− es una victoria de Cristo, no de los discípulos. En nuestra misión no tenemos que salir vencedores nosotros, tiene que vencer Cristo, en nosotros y a través de nosotros.

 

  1. Cristo en nosotros

¿En qué consiste la victoria de Cristo en nosotros? Lo dice san Pablo: mi gloria es la cruz de Cristo; llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La victoria de Cristo en nosotros comienza cuando el amor con el que Él nos ha alcanzado se convierte en el todo para nosotros, se convierte en la aspiración verdadera y por la cual vivimos. La victoria de Cristo en nosotros es la victoria de su amor en nuestra vida (de su amor, que es el amor del crucificado, un amor que siempre llama a la cruz). La victoria de Cristo sucede en nosotros cuando Cristo lo domina todo en nosotros, cuando cada espacio, pensamiento y juicio, cada gesto de afecto, cada deseo y nostalgia encuentran en Él su referencia. La victoria de Cristo en nosotros también es la victoria de nuestra misión, porque si Cristo lo es todo en nosotros, entonces, mediante nosotros, caminará por las calles de este mundo, se dará a conocer a la gente que conozcamos, conocerá, amará y perdonará a todo el que se cruce en nuestro camino. Seguirá dando la vida por cada hombre mediante el ofrecimiento de nuestra vida. ¡Y nosotros lo veremos crecer victorioso en el corazón de mucha gente!

 

  1. La alegría santa

De este modo Cristo nos desvela la posibilidad de vivir una alegría santa. Pide a los discípulos una misión imposible para que no vayan detrás de una meta terrenal (éxitos, tranquilidad, reconocimientos, la propia seguridad…). Nuestro corazón no halla la alegría en las cosas pequeñas. Es más, puede volverse esclavo de las cosas. Podemos ser esclavos de nuestras pequeñas victorias. Cristo invita a los discípulos a que busquen Su amor, Su victoria por encima de cualquier cosa. Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo. Alegraos de estar en el corazón de Dios. Cuando el discípulo está únicamente dominado por la búsqueda del amor de Cristo, por el deseo de corresponder a Su amor, para sí y para el mundo, entonces, es libre de todo (nada os hará daño alguno, pueden privarnos de todo, pero no de la posibilidad de amar a Cristo). Entonces, experimenta la alegría indescriptible de quien sorprende que Cristo vence en uno mismo y en los demás (este es el gran privilegio de nuestra vocación: ver a Cristo victorioso en el corazón de las personas). Esta es la alegría santa que buscamos, la alegría de Cristo en nosotros y en todos. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud, sea santa.

 

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