En la costa este de la isla de Taiwan, en la provincia de Yilan, hay un bello santuario dedicado a la Virgen. Está construido sobre la montaña de Wufeng Qi y el panorama que presenta a quien mira desde la cumbre «parece robado a un cuadro chino», no cuenta Paolo Costa, desde hace 14 años misionero en Taipei, «con las pendientes herbosas de los relieves marcados por las cascadas, el océano en el horizonte, y también por la leve llovizna». El estilo de la iglesia está inspirado en el altar del cielo de Pekín, el templo al que el hijo del cielo, el emperador, se trasladaba dos veces al año para ofrecer sacrificios y propiciar una buena cosecha para el pueblo. También los sacerdotes de la San Carlos, en un cierto sentido, frecuentan el santuario por un mismo motivo: la cosecha, en este caso es la jovencísima comunidad que está creciendo en torno a la casa donde don Paolo vive con Emanuele Angiola y Donato Contuzzi, y las parroquias encargadas a la responsabilidad de los misioneros. «Hemos venido aquí para pedir a la Virgen que proteja nuestra casa y nuestra misión. Hemos venido en los buenos momentos para agradecer, en los momentos difíciles para pedir ayuda».
La historia cuenta que el 9 de noviembre de 1980 cinco amigos habían ido a hacer una marcha por la montaña y volviendo se habían perdido: una figura luminosa de mujer se apareció sobre un árbol y los había guiado hacia el camino. «Estos cinco hombres no eran cristianos: habrían podido muy fácilmente confundir la aparición con una de tantas diosas de su tradición, pero no habían tenido duda en identificar a aquella silenciosa mujer con la Señora de los católicos. ¿Quizás porque no les dijo nada o por su aspecto extranjero? ¿O bien porque se parecía a la estatua de la Virgen que estaba sobre la cima de la montaña? Tres de ellos se convirtieron y la Iglesia reconoce la aparición como un hecho sobrenatural. Tras la consagración del santuario, hace unos diez años, don Paolo vuelve muchas veces a aquella subida que se hace en silencio, con el rosario en la mano, en el mes de mayo, con los jóvenes de la parroquia, con los amigos. «En el 2007 vino al santuario don Massimo Camisasca, que nos sugirió ir allí a menudo para rezar y hacer silencio. Recientemente, ha venido nuestro superior, don Paolo Sottopietra, sor Rachele con otras Misioneras de la San Carlos y, naturalmente les hemos llevado al santuario. Tengo en la mente una imagen: estoy en la iglesia haciendo silencio, cansado y hambriento tras dos horas de coche. Pero entonces alzo la vista y veo que estoy de rodillas, rodeado de las personas a las que quiero, y sólo tengo un pensamiento: “Sería bello estar siempre aquí, junto a ellos”».
Ligado a la historia de la misión en Taipei, hay un «santuario que quizás sólo a mí me gusta», confiesa riendo don Paolo, «la cosa más fake que me puedo imaginar: dentro de la iglesia está el interior de la santa casa de Loreto reconstruida perfectamente, en metacrilato» La localidad se llama Touwu y la idea de la casa de María le ha surgido a las hermanas que se ocupan del santuario: «Me atrae la idea de que entras, de algún modo, en un espacio que recuerda Loreto, por tanto, significativo por la presencia del Misterio». En la Loreto de Taiwan, nace la fraternidad de CL en Taipei. «Era el primero de Enero de hace tres años, día dedicado a la Virgen. Habíamos hecho una peregrinación con el pequeño grupo de personas que habían comenzado la experiencia de la comunidad. Les habíamos propuesto adherirse a la fraternidad de Comunión y Liberación y habían aceptado con alegría: don Emmanuele Silanos estaba a punto de volver a Italia tras siete años de misión en Taipei, y sentían el deseo de profundizar la experiencia del Movimiento».
Hay un último santuario que visitar, en la agenda de los misioneros: «No he logrado todavía ir porque está lejos, al sur, pero me gustaría. Se encuentra en Wanjin, que significa “diez mil oros”, un pueblo donde prácticamente son todos católicos. Cosa extraña, en estos lugares. Es uno de los primeros lugares donde llegó el catolicismo, con los frailes dominicos españoles que desembarcaron en el puerto de Gao Xiong». El primer contacto se produjo en el 2008, cuando la Virgen española de WanJin, llevada en procesión a las diócesis de Taiwan para festejar los 150 años del inicio del catolicismo, llegó también a las parroquias de san Pablo y san Francisco Javier, en aquel momento asignadas al cuidado de don Paolo.
«Deberías haber visto a la Virgen que entraba bajo un palio enorme en nuestro mercado y después en la iglesia. No se podía pasar, un jaleo tremendo. Y yo que al principio estaba un poco escéptico, me sorprendí conmoviéndome por toda esta gente, por los parroquianos, por los cantos, por la devoción y la pasión con que la acogían. Fue un momento bellísimo».
En la foto, la comunidad taiwanesa rezando en un santuario de Taiwan