«Buenos días, ¿en su iglesia se admiten mujeres sacerdotes?».
«No, lo siento. Somos católicos, no evangélicos».
«¿Y son ustedes los que tienen dentro de una especie de armario el cuerpo de Dios?».
«Sí, si se refiere al tabernáculo».
«¿Y también tienen esa cosa que se remonta a San Pedro?».
«La tradición, por supuesto».
«Entonces son ustedes a quienes estoy buscando».
Conversaciones de este tipo le suceden a don Gianluca Carlin, párroco de la unidad pastoral de Bad Godesberg en Bonn, Alemania, y sacerdote de la Fraternidad San Carlos, que llegó en 2021 a la ciudad situada a orillas del Rin y que cuenta con Ludwig van Beethoven entre sus ilustres ciudadanos, tras prestar servicio en Friburgo y Colonia. Don Carlin está de misión en Alemania desde 1994 y quien todavía piense que la vieja Europa no necesita misioneros debería dar un paseo por las calles de la antigua capital alemana. «Nuestro distrito se encuentra en una de las regiones más religiosas del país y los fieles católicos son apenas 30 000 de un total de 78 000 habitantes», explica el párroco de la unidad que reúne el legado de 13 parroquias que antes eran independientes. Una ciudad caracterizada por una inmigración musulmana masiva y donde los letreros de las tiendas están escritos más en árabe que en alemán. «La descristianización está cada vez más extendida. No solo hay quienes se alejan de la Iglesia: ahora son muchos los que no saben nada de Jesús». Como uno de los tres veinteañeros alemanes que don Carlin bautizó en julio y que, cuando el año pasado se presentó en la parroquia, ni siquiera sabía lo que era la Eucaristía. «Muchos jóvenes se plantean la cuestión de Dios, luego buscan respuestas en TikTok y, cuando vienen a nosotros, hacen preguntas extravagantes».
No nos interesa el proselitismo, pero estas personas están sedientas de Cristo.
Don Carlin se ríe, pero sabe que el asunto es serio: en 2024 los cristianos han descendido por debajo del 50 % de la población «y hay zonas en el este del país donde no llegan al 5 %». La mies es abundante, en definitiva, y por eso se necesitan muchos obreros. Los sacerdotes de la Fraternidad en Bonn son ocho y se ocupan de las numerosas iglesias del distrito de Bad Godesberg, de la enseñanza en la escuela, de los jóvenes y de la acogida de los refugiados.
En una Iglesia tan complicada como la alemana, donde los católicos sienten la competencia de los protestantes y se ven tentados a diluir el mensaje evangélico para tener más «éxito», los misioneros de la Fraternidad van a contracorriente y proponen a todos una experiencia radical de fe. «No inventamos nada, solo presentamos la tradición que nos ha transmitido la Iglesia. Sin concesiones a la baja», cuenta don Riccardo Aletti, que llegó a Alemania como diácono en 2019. «Ponemos los sacramentos en el centro. Todos los días ofrecemos dos horas de adoración eucarística y confesiones: es conmovedor ver la participación de la gente, que busca una propuesta clara y una fe seria».
También los jóvenes. Este año, 110 jóvenes se prepararon para la confirmación, «una cifra muy alta para Alemania», que asisten a dos reuniones semanales durante ocho meses. A la reunión del domingo por la noche también acuden entre 50 y 100 jóvenes. «No hacemos nada excepcional: comemos, jugamos, hablamos juntos», explica don Davide Matteini, de Rímini, que llegó a Alemania hace 11 años. «En definitiva, proponemos una amistad. Y cuando descubren la belleza de la comunidad, se abre ante los jóvenes un nuevo universo».
Así, muchos alemanes que se habían alejado de la Iglesia se acercan de nuevo, otros piden ser bautizados y también son numerosas las conversiones de otras religiones. «Estos son años de pura gracia», reflexiona don Carlin. «Nosotros mismos contemplamos con asombro lo que Dios está haciendo aquí en Bonn. Muchos musulmanes piden convertirse al cristianismo a pesar de saber que en su país corren el riesgo de ser condenados a muerte. Se convierten porque les sorprende cómo los acogemos y porque, cuando les explicamos que la razón por la que hacemos todo esto es Jesús, quedan fascinados por un Dios que se acerca y ama. No nos interesa el proselitismo, pero estas personas, al igual que los jóvenes alemanes que vuelven a la fe, están sedientas de Cristo. Y nosotros debemos anunciar a todos el Evangelio».