Tenía programada una peregrinación a Tierra Santa para diciembre. Iban a venir conmigo, además de don Vincent, muchos amigos: unos para celebrar su aniversario, otros para pedir por alguna intención particular o simplemente para visitar, al menos una vez en la vida, los lugares en los que Jesús vivió en su paso por la tierra.
Sin embargo, la guerra ha hecho imposible que todas estas intenciones pudieran realizarse, al menos por ahora. La anulación del viaje no era más que el último de nuestros problemas. Estaba claro que la tragedia que estaba sucediendo en esos lugares estaba en otro nivel, y por eso, entre los que íbamos a ir juntos a la peregrinación, la palabra que más nos hemos repetido ha sido «rezar». Rezar por Tierra Santa, rezar por la paz, rezar por las víctimas inocentes, por los rehenes. Rezar para que algo cambie en la mente de esa gente y en la de sus gobernantes.
Rezar: ¿cuántas veces nos asalta la duda de que es inútil rezar?
Rezar: ¿cuántas veces nos asalta la duda de que es inútil rezar? Cuántas veces nos hacen esta pregunta las personas que vienen a hablar con nosotros, niños o adultos, ante el hecho de que sus peticiones no son escuchadas. Por otro lado, ¿cómo se puede confiar en que mi oración puede cambiar realmente las decisiones de quien guía las naciones y los ejércitos?
El tiempo de la Navidad es siempre uno de los más fascinantes y llenos de contenido de todo el año. Entre las figuras que emergen de la liturgia de estos días, las de los Magos son las más misteriosas y atractivas. La tradición popular habla de tres sabios que vienen del Oriente. En realidad, no se sabe cuántos fueron. Muy probablemente venían de Persia, del actual Irán, donde a los miembros de la corte imperial se les identificaba con el término «mago»; eran expertos en astrología y religión. Ellos encarnan el deseo, la necesidad de conocer la verdad que hay en todo hombre, en cada época y cultura, que busca en la realidad los signos del significado profundo de la historia, la propia y la de todo el mundo. Los magos llegaron a esa tierra, hoy martirizada por la guerra, y pidieron señales a la persona equivocada, Herodes, símbolo del hombre que no tiene preguntas, apegado a su propio poder, atemorizado por perder lo que tiene. Estos hombres, por el contrario, siguieron con su búsqueda y cuando vieron la estrella que indicaba dónde estaba Jesús, se alegraron enormemente y por fin pudieron postrarse ante él y ofrecerle sus dones. El padre Lepori escribía que en esos tres regalos se resumen todas las preguntas del hombre: el incienso es símbolo de la pregunta sobre Dios, el oro tiene que ver con la pregunta sobre el valor del hombre y de la historia, la mirra representa la pregunta acerca del sentido de la muerte. Esta es por encima de todo la riqueza de los magos, y la nuestra: la riqueza de nuestras preguntas, que llevamos ante el Único que puede responderlas. Y este es el origen de la alegría de los magos, haber encontrado alguien a quien confiar las profundas preguntas del corazón.
Rezar es como volver a hacer el viaje de aquellos hombres sabios que lo dejaron todo para buscar a Aquel a quien podían hacerle sus preguntas
«Es necesaria la fe tan solo para pedir, es necesario tener un gran valor para mendigar»: son palabras de una canción de nuestro amigo Anas, I mendicanti, que hoy es posible escuchar gracias a la preciosa interpretación de los amigos Greta, Walter, Carlo y Ermens. Se necesita un gran coraje para hacer lo que hicieron los magos, que lo dejaron todo y se embarcaron en un viaje durante meses para llegar a un lugar inhóspito como Belén, para detenerse delante de un pesebre a adorar a un niño recién nacido. Se necesita un gran coraje para ser mendigos ante la escena más miserable de la historia y reconocer en ella a Aquel que da sentido a todas las cosas, para reconocer al Señor del universo, al que puede dar orden y paz al mundo entero. Esta es la razón por la que aún tiene sentido rezar. Es como volver a hacer el viaje de aquellos hombres sabios que lo dejaron todo para ir en búsqueda de Aquel a quien podían hacerle sus preguntas. La alternativa es la de quien cree que puede encontrar por sí solo la respuesta a sus propias necesidades y que termina tomándose la justicia por su cuenta. Esto es lo que desencadena terror y violencia, como hizo Herodes. Los magos tomaron otro camino, un camino diferente al del terror y la guerra, el camino de los que no tienen miedo de fiarse y mendigar. Porque se necesita fe tan solo para pedir, se necesita un gran valor para mendigar.