La voz en la llanura

Acompañar a un joven en el descubrimiento de la voz de Dios. Testimonio, Colombia.

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Los Llanos, vista desde las laderas de la cordillera andina.

Descendiendo por la Cordillera oriental de Colombia, donde se encuentra la ciudad de Bogotá y donde llevo viviendo desde hace casi dos años, hay un punto en el camino donde las vistas a la llanura son espectaculares.

En mi primer viaje al Llano con don Carlo Zardin, me impresionó la inmensa campiña que se extendía hasta el horizonte. Era como mirar el mar.

El motivo de nuestro viaje era visitar una pequeña comunidad de Comunión y Liberación, cuna del movimiento en Colombia, que se encuentra en un pueblo situado en las faldas de la Cordillera. Al llegar, el calor tropical se mezcló con la bienvenida de los amigos llaneros que nos invitaron aquella noche a una fiesta de cumpleaños.

Allí conocí a Pedro, uno de los amigos del cumpleañero. Durante la fiesta, Pedro acompañó con un arpa las canciones populares del lugar. Me encantó el sonido de su instrumento y hablé con él el resto de la noche. Al final le invité a participar de un retiro que haríamos con los universitarios del movimiento.

Después, Pedro me expresó su deseo de recibir el bautismo y don Carlo me pidió prepararle para el sacramento. Por esta razón, empecé a hacer el viaje de la Cordillera cada mes, para ir a ver a Pedro y un grupo de jóvenes de la comunidad.

He descubierto la belleza de acompañar a Pedro en la escucha de Su voz y de ayudarle a responder con libertad.

Los momentos de catequesis con él han marcado el tiempo que he pasado aquí en Colombia de seminarista, durante el año de misión en el extranjero, y el pueblecito de la llanura se ha convertido en una segunda casa. No siempre ha sido fácil acompañar a Pedro. Algunas circunstancias de su vida no le ayudaban. Sin embargo, lo que me ha sorprendido es que nada de eso ha minado su deseo de ser bautizado. Desde que lo conocí, nuestra relación ha crecido, incluyendo errores y perdón, atravesando momentos de distracción y de memoria. Su deseo ha seguido fluyendo, como el río que atraviesa la llanura hacia el mar.

Durante estos meses me ha sorprendido lo tenaz que es la voz de Dios, que sigue atrayéndolo a sí mismo con ternura, a través de rostros y hechos. Sostenido por los hermanos que viven conmigo, he descubierto la belleza de acompañar a Pedro en la escucha de Su voz y de ayudarle a responder con libertad. Por primera vez, he hecho experiencia de la paternidad, señalándole la felicidad que le espera en la compañía de la Iglesia. Una experiencia que se vuelve posible gracias a la paternidad de los que me acompañan a responder a mi vocación.

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