Queridos amigos:
Hoy el Señor ha llamado consigo a nuestro queridísimo padre Aldo Trento. La noticia de su partida al Cielo nos llena inevitablemente el corazón de un gran dolor, pero también de la nítida certeza de saber que su vida ahora se ha cumplido en el abrazo definitivo de Aquel que ha amado y deseado inmensamente durante toda su vida, Jesucristo.
Me uno a la oración y el recuerdo de tantísimos de nosotros en todo el mundo, que en la amistad con él o al encontrarse indirectamente con su testimonio radical de fe han podido descubrir, más aún, tocar con sus propias manos y ver con sus propios ojos lo que Cristo puede generar cuando se encuentra con una humanidad viva y un corazón vibrante, herido por las contradicciones de la vida pero totalmente abierto de par en par a la verdad. El padre Aldo ha sido un hombre de una fe desgarradora que ha mostrado con su existencia, cargada de dolor, y en la forma en que trataba a los últimos de los últimos, a los desheredados y “descartados” del mundo, cómo la caridad infinita de Cristo, resucitado y presente en medio de nosotros, salva verdaderamente la vida. En cualquier situación en que uno se encuentre. Los frutos de la fe del padre Aldo marcaban para siempre a todo el que los conocía o se encontraba con ellos. Quien haya podido visitar o conocer su obra de San Rafael en Asunción (Paraguay) sabe bien a qué me refiero.
El padre Aldo ha mostrado con su existencia que la caridad infinita de Cristo salva verdaderamente la vida
Estamos profundamente agradecidos al Señor por haber puesto al padre Aldo en nuestro camino, ha sido un don grande y conmovedor para el movimiento, para la Iglesia y para el mundo. Y damos gracias a don Giussani que, cuando le conoció a finales de los años 80, supo ver en él el designio que Dios tenía pensado. El mismo padre Aldo lo recordaba así: «Mientras yo quería contarle todos mis problemas y mis dudas, él me dijo una cosa importantísima: “Dios te abraza no a pesar de lo que te sucede y a pesar de tu límite, sino dentro de lo que te sucede, te aferra dentro de tu límite”. La de don Giussani es una postura desconcertante, si pienso en el moralismo de muchos sacerdotes de los nuestros. Así pues, él me acogió y me tomó consigo, ofreciéndome siempre su paternidad, su juicio y su amistad» (A. Savorana, Luigi Giussani. Su vida).
Encomendándolo a la intercesión de la Madre de Dios, custodiemos en el corazón toda la belleza de la amistad con el padre Aldo que ahora, en la plenitud de la gracia del Señor, será para nosotros un compañero de camino aún más valioso.
Un abrazo,
Davide Prosperi