En los últimos meses, hemos leído en los periódicos una noticia que nos ha sorprendido mucho: el número de católicos está creciendo en la secularizada Inglaterra. Son jóvenes y, sobre todo, hombres. La noticia nos alegró y confirmó algo que ya habíamos visto ocurrir también en nuestra parroquia de St Swithun Wells, situada al norte de Southampton.
De hecho, este año ha aumentado el número de adultos que nos han pedido prepararse para los sacramentos. Durante la vigilia pascual, bautizamos, confirmamos y acogimos en la Iglesia católica a once personas. Es el número más alto que he visto desde que llegué a Inglaterra, hace siete años.
Pero lo que más me sorprendió fue la razón que llevó a estas personas a nosotros. Uno de ellos nos contó que estaba muy alejado de la Iglesia católica. Había investigado un poco y descubrió que la Iglesia se remontaba hasta la época de Jesús. Lo que le había fascinado era la percepción de estabilidad, la tradición, la coherencia de la enseñanza y la claridad sobre lo que está bien y lo que está mal. No me sorprendió que en el mundo actual, donde todo es fluido e inestable, Jesucristo y su Iglesia sigan siendo capaces de fascinar, firmes como una roca que no cambia de aspecto.
Chris, que ha llegado a la Iglesia católica tras un camino de treinta años, dijo que la Virgen María fue importante en su decisión de convertirse: «Antes, en la comunidad anglicana a la que asistía −nos confesó−, hablábamos mucho de Jesús, pero como de un personaje que venía de la nada. Nunca se mencionaba a María. Solo en la Iglesia católica se le da a María el lugar que le corresponde como madre de nuestro Salvador». La Virgen María le fascinó. El hecho de que el Señor resucitado nazca físicamente de una joven llamada María significa que Jesús es verdaderamente humano, que el Señor está presente en las circunstancias normales de nuestra vida.
A Joseph le fascinaba el sentido de orientación que veía en el cristianismo. Esta es otra frase que he oído muchas veces a lo largo de los años, pronunciada por personas que se han convertido al catolicismo. Jesucristo atrae porque da una orientación, un propósito, un significado a la vida, un objetivo claro. Solo podemos hacer un buen viaje si sabemos a dónde vamos.
Estas personas son la prueba de que Jesucristo está vivo, de que todavía sabe cautivar los corazones.
Joseph también decía que lo que lo llevó a nosotros fue el hecho de que sentía que Dios lo había elegido mucho tiempo atrás: es como si en cierto momento dejáramos de resistirnos y dijéramos que sí. Eso es el bautismo.
Anne era la única persona de su familia que no era católica. Un día leyó una frase que decía: «Una familia que reza unida, permanece unida». En ese momento, decidió convertirse. Quería la unidad y el sentido de pertenencia que Jesucristo es capaz de crear.
Estas personas son la prueba de que Jesucristo está vivo, de que todavía sabe cautivar los corazones. Y no solo Jesús, sino también su cuerpo, la Iglesia católica, con su historia milenaria, su tradición, sus verdades y sus santos. Ahora le corresponderá a nuestra comunidad acompañar a estas once personas en su nuevo viaje.
Algunos podrían pensar que se trata de un hecho fortuito. Siempre hay un año en el que más personas se acercan a la Iglesia. Sin embargo, después de la vigilia pascual, otras personas se presentaron en la parroquia. Una joven menor de edad vino a nosotros y nos pidió convertirse al catolicismo. No sabía expresar claramente el motivo de este deseo, pero sus ojos brillaban y estaban vivos. Otra chica de 22 años vino con la misma petición y me pidió libros sobre la verdad cristiana.
Los periódicos han bautizado este fenómeno como «Quiet Revival», un renacimiento silencioso. A mí me parece algo más profundo y antiguo, algo que nació hace 2000 años, el día de Pentecostés.
