Desde agosto del 2023 vivo en Ciudad de México. Aquí he pasado mi año de formación sirviendo a nuestra misión, que en tierra mejicana lleva veintisiete años.
Cuando llegué, el impacto con la cultura y la sociedad de este país hizo que intuyera que el Señor me pedía un paso de maduración. Es decir, me pedía la disponibilidad de sacrificar las imágenes e ideas que me había hecho de la misión para poder reconocer cómo se revelaría Él en el día a día.
Como sucede a menudo, Cristo llama a la puerta de nuestra vida a través del encuentro con personas inesperadas y así nos conquista y cambia nuestra vida, llenándola de alegría.
Un ejemplo de ello es el encuentro con Guadalupe y Pilar, madre e hija ya adultas, a las que Davide, el responsable de nuestra casa, me pidió acompañar en su preparación al sacramento de la Comunión y la Confirmación.
Desde octubre hasta mayo, una hora a la semana hicimos catequesis. Hablamos de Dios, de la creación, de la venida de Cristo, de la Biblia y los sacramentos.
La seriedad con la que las dos mujeres tomaban apuntes y las preguntas que me hacían reflejaban una sed de verdad y significado, suscitada evidentemente por lo conscientes que eran de haber encontrado por fin su casa.
Él nos ha sacado de nuestros escondrijos para darnos una alegría nueva
Unos meses antes de empezar el curso de catequesis, Guadalupe, gracias a la propuesta de Davide, había empezado a ir a los encuentros de Escuela de Comunidad que ofrecemos en nuestra parroquia. A Pilar le sorprendía ver lo contenta que siempre volvía su madre y empezó a seguirla. Hace unos meses le invité al grupo de universitarios que se reúnen en la parroquia todos los domingos.
Al principio era reacia, ya que llevaba años sin estar con jóvenes de su edad. Pero en febrero decidió venir a los encuentros. Su miedo inicial fue totalmente superado al conocer una realidad en la que se sentía aceptada y acogida, donde la amistad era gratuita.
A partir de entonces, comenzó a participar con fidelidad en la Escuela de Comunidad, en las cenas de universitarios de los martes y en la caritativa que hacemos con los niños de catequesis. Ver a Pilar movida por una pasión y con una gratitud inesperadas me hizo pensar que lo que le está sucediendo es exactamente lo mismo que nos ha sucedido a nosotros en el encuentro con Cristo. Con su amor lleno de respeto por nuestra libertad y al mismo tiempo irresistible, Él nos ha sacado de nuestros escondrijos para darnos una alegría nueva que no habíamos gustado antes. Cada momento de catequesis, cada pregunta o reflexión que me han hecho Guadalupe o Pilar han sido la posibilidad de caminar juntos hacia el Señor. También nosotros hemos redescubierto la posibilidad de gozar, a través de su compañía, del don que es la Iglesia, el hogar al que Cristo nos confía, estemos donde estemos, ya sea en Italia o en México, para hacernos suyos.