A medida que uno se acerca a Asís, no puede más que admirar la majestuosa basílica dedicada a San Francisco que domina la extensa llanura situada bajo sus muros de piedra. Sin embargo, si se observa con atención, uno descubre que no es la parte más alta de la ciudad. De hecho, Francisco quiso ser enterrado en la zona más baja, la que se destinaba a los condenados por la ley, denominada por entonces la colina del Infierno.
No deja de ser algo irónico, pues Francisco batió todo récord al ser proclamado santo por la Iglesia tan solo dos años después de su muerte. Tan solo un día después de su canonización se puso la primera piedra de la actual basílica y desde entonces el Infierno fue transformándose en un trozo de Paraíso, hasta convertirse en el esplendor que hoy observamos.
La última vez que fui a Asís con nuestros seminaristas, al entrar en la basílica inferior me impresionó el espléndido fresco situado encima del altar mayor, donde aparece San Francisco glorioso. Giotto quiso pintar a Francisco triunfante sentado sobre un trono, delante de un fondo dorado y rodeado de ángeles y santos. Al verlo, pensé: «¡Un poco exagerado, no es el mismo Cristo!».
Pero pensando en todo lo que Dios hizo a través de este hombre, me viene a la mente el nombre con el que se recuerda a Francisco en las obras de arte de la ciudad y en otras tantas: alter Christus.
¿Qué es la santidad sino la participación de la Gloria de Dios en virtud de los méritos de Cristo?
Pensar en que Dios ha reservado para nosotros el mismo trono que a Francisco nos llena de vergüenza, de un sentimiento de inadecuación. Pero, al mismo tiempo, es cierto que hemos sido creados para ser santos, para ser también nosotros alter Christus. ¿Qué es la santidad sino la participación de la Gloria de Dios en virtud de los méritos de Cristo? Es lo mismo que dice san Pablo a la comunidad de Roma: Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó (Rm 8,30).
Yendo hacia el altar, aparecen otros tres frescos donde se representa al Santo en relación con los tres consejos evangélicos: Francisco desposado con la Pobreza, sometido a la obediencia y viviendo la castidad.
Estas imágenes mantienen el fondo dorado y las figuras de ángeles y santos. Las vías que conducen al Paraíso, a la santidad son el inicio de la experiencia de la gloria porque ya participan de la vida de Cristo. Cada bautizado está llamado a vivir esta vida a través de las distintas formas vocacionales. Por ello, la Cuaresma es una ocasión preciosa para descubrir su grandeza.
La Iglesia nos acompaña a vivir este tiempo penitencial de preparación a la Pascua centrándose en tres pilares: la limosna, el ayuno y la oración.
La Cuaresma es un tiempo de gloria, en el que dejarnos atraer por la belleza de Cristo
La primera nos ayuda a redescubrir la plenitud de la pobreza. En el mosaico, Francisco desposa a la Pobreza, y es el mismo Cristo, presente en su unión, quien los une en matrimonio. El ayuno, en cambio, nos ayuda a vivir una vida casta, es decir, libre y abierta al otro. Es bonito que aparezca Francisco acogiendo a un fraile, una monja y un laico en esta nueva vida. Por último, la oración nos ayuda a vivir en paz y con la ligereza que nacen de la obediencia al Padre. En este caso, Francisco se coloca bajo el yugo de la obediencia que el Padre sostiene encubiertamente.
Don Giussani afirma que «la liturgia de la Cuaresma es la afirmación por excelencia de esta salvación que ha sucedido, Jesucristo […]. La figura de Jesucristo, este hombre nuevo, se manifiesta con toda la fuerza de su novedad. Una media nueva ha entrado en el mundo, una propuesta nueva ha irrumpido en la vida, una medida y una propuesta tan nuevas que todo el devenir de la vida consiste en aceptar esta medida nueva o, por el contrario, hundirse en la esclavitud de la vejez».
La Cuaresma es un tiempo de gloria, en el que dejarnos atraer por la belleza de Cristo, reflejada en tantos alter Christus que nos han precedido. Es un tiempo para volver a ser jóvenes, encaminados hacia el Ideal que ha aferrado nuestra vida y que queremos testimoniar en el mundo.