«Hallo, Jesus!»

En Bonn, una ciudad multicultural, los más jóvenes aún pueden encontrarse con Cristo.

20240914 Bonn Festa San Carlo Gallery 9 Grande
Jóvenes y niños en una fiesta de la parroquia de Bad Godesberg (Alemania).

El distrito de nuestra parroquia es muy grande, tiene los servicios de una ciudad como Imola o Pavía. Como tamaño no es tan extenso, pero en él hay muchos colegios (algunos de ellos católicos). Hay un hospital y una clínica neurológica de rehabilitación, unas doce residencias y muchas escuelas infantiles (además de las trece que pertenecen directamente a nuestra parroquia). Hay trece iglesias y cuatro capillas. Teniendo en cuenta las dimensiones del lugar y, necesariamente, la logísitica, nos dividimos el territorio. Yo me ocupo de una iglesia donde celebro misa a diario y acudo a dos escuelas infantiles, donde doy catequesis a los niños. Es un distrito enorme, pero al final, a pesar de ser una buena parte de la ciudad de Bonn, la sensación es la de vivir en un pueblo, donde basta con ir al súper para encontrarse con un vecino o conocido.

Hace un tiempo, iba de camino, rezando el rosario, a celebrar misa en una iglesia cerca de nuestra casa. En un semáforo, se pusieron a mi lado dos niños que volvían del colegio y me saludaron diciendo: «Salam aleikum». En ese momento me quedé de piedra. Más tarde entendí que en su cabeza un señor vestido de negro que va caminando por la calle rezando tiene que ser, necesariamente, musulmán. En nuestro barrio y, en general, en Bad Godesberg hay muchos musulmanes.

A pesar de mis límites, lo que intento transmitirles ¡llega hasta ellos!

Sinceramente, este hecho provocó en mí cierta amargura e hizo que me preguntara: ¿cómo es posible que en nuestra vieja y querida Europa un niño que ve un adulto que reza piense que debe de ser musulmán? Cerca de nuestra casa hay muchas mezquitas, unas más grandes, otras pequeñas; el 80% de alumnos en algunos colegios son musulmanes. Pero hubo otro hecho, que sucedió inmediatamente después, que hizo levantar mi mirada y apartar de mi mente los pensamientos lúgubres sobre el futuro de Europa.

Junto a la iglesia donde iba a celebrar misa está uno de los colegios de infantil al que voy a visitar con frecuencia. Los niños estaban fuera y jugaban. Nada más verme, me saludaron: «Hallo, Pater Nìcola!». Mi nombre es atípico por aquí y por eso lo suelen alterar llamándome Pater Nicolaus o Nicolai.

Su saludo me puso delante otra gran verdad: el día de mañana los niños de estas escuelas tendrán la posibilidad de recordar que había un cura calvo que iba a verlos y les contaba historias de Jesús. Pero esto no es todo. Al día siguiente me sucedió algo más impresionante todavía. Cuando fui a visitar otra escuela, la que está al lado de nuestra casa, un niño, al verme, me dijo: «Hallo, Jesus!». Más allá de la gracia (el niño solo exageró un poco), me impresionó que el mensaje hubiera llegado hasta él. A pesar de mis límites con el idioma y con los niños, lo que intento transmitirles ¡llega hasta ellos!

Contenido relacionado

Ver todo
  • Testimonios

Tres experiencias, un solo don

Por las calles de Asunción, historias de caridad y acogida, que vuelven a despertar el deseo de pertenecer a Dios.

  • Patricio Hacin
Leer
  • Testimonios

Una fiesta para todos

En Grenoble, una propuesta sencilla se convierte en ocasión de descubrir la belleza de la amistad con Jesús.

  • suor Mariagiulia Cremonesi
Leer
  • Galería

Colonia urbana

Durante dos semanas, la parroquia Pietro Bonilli se ha llenado de juegos, canciones y bailes.

  • Santiago de Chile
Leer