Tres experiencias, un solo don

Por las calles de Asunción, historias de caridad y acogida, que vuelven a despertar el deseo de pertenecer a Dios.

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En caritativa, en una estación de autobuses de la capital paraguaya.

La primera experiencia habla de una neonata minúscula, sietemesina. Se llama Milagros. El nombre es revelador, pues se trata de una vida marcada por el abandono y por haber sido olvidada. Nosotros la conocimos cuando la echaron a ella y a su madre indígena del hospital y sobrevivían pidiendo limosna en la estación de autobuses de Asunción (Paraguay).

La segunda tiene que ver con una familia, también indígena, que vino a buscarse la vida por la zona de nuestra parroquia. Familia numerosa, diez hijos que acompañan todos los días a sus padres al «trabajo», a ayudar a aparcar a los coches de las personas que vienen a misa. Los doce viven de las monedas que les da la gente. El mundo de la gente de la calle es un mundo de indiferencia, pero basta una mirada diferente, un gesto caluroso, para que algo cambie en ellos.

La tercera experiencia se refiere a la casa Chiquitunga, fundada por el padre Aldo Trento, que acoge a niñas y chicas víctimas de abusos. Es un lugar que busca acompañar y proteger a estas menores, algunas de las cuales llegan con sus hijos, otras están gravemente enfermas por la violencia que han recibido. En la casa Chiquitunga estas chicas encuentran un lugar donde se les ayuda a recuperar su vida.

Acoger es sinónimo de tener certeza en un destino bueno al que se nos llama

Estas tres experiencias están unidas por una profunda mirada de acogida. La primera tiene su origen en la caritativa que hacemos cada semana un grupo de personas de la parroquia con gente sintecho de la ciudad. La segunda, fruto de la misma caritativa, es una mirada nueva que nos llevó a buscar la relación con los aparcacoches improvisados que están delante de nuestra iglesia. La tercera experiencia nació porque un sacerdote, conmovido por la situación dramática de algunas chicas, vio una posibilidad para ellas y fundó una casa.

La acogida, estar frente a un «tú», es la única posibilidad de crecer en conciencia de que todo es un don y que, solo por el hecho de existir, el destino de bien al que están llamadas todas las personas, coincide con el nuestro. Acoger es sinónimo de tener la certeza de que hay un destino bueno hacia el que estamos llamados a caminar.

¿Qué tienen en común estas historias? Nos hemos dado cuenta de que la acogida recibida hace crecer el deseo de compartir la vida de quien la ha ofrecido, haciendo caritativa, dando la vida a una obra o simplemente teniendo una mirada más humana sobre la realidad.

Concretamente, la madre de Milagros pidió bautizar a su hija. También pidieron el bautismo los tres hijos pequeños del aparcacoches. Las chicas de casa Chiquitunga han pedido diversos sacramentos. Todos han descubierto el deseo de pertenecer a Cristo.

Nosotros hemos entendido que la misión aquí consiste en dejarse amar y aprender a acoger. De ahí nace una paciencia nueva hacia los demás y hacia uno mismo: mirarse como nos mira y acoge en cada momento el buen Jesús, con el abrazo de su misericordia.

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