¡Al cielo con Ella!

Procesión por las calles de una ciudad madrileña, donde resplandece la fe de la gente sencilla. Un testimonio desde España.

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La procesión en honor de la Virgen de la Luz por las calles de Fuenlabrada (España).

Una ligera brisa acompaña esta tarde de finales de mayo. El cielo es azul, se ve alguna que otra nube. Son las siete y veinticinco de la tarde. En breves empezará la misa en honor de la Virgen de la Luz, patrona de nuestro barrio. Es un momento importante. Confiamos a María todas las gracias, milagros y dolores que hemos vivido en este año. En las primeras filas van los niños que recibieron hace poco la primera Comunión con sus trajes. A continuación, familias, jóvenes, mayores y las damas de la Cofradía. En la capilla lateral atestada de gente se encuentran los quince anderos, los hombres que llevarán en procesión la estatua de la Virgen por las calles de nuestra parroquia de Fuenlabrada. Durante la misa, Giuseppe recuerda y encomienda especialmente a los enfermos de nuestra comunidad, que ofrecen su situación al Señor, permitiendo así dar frutos silenciosos y gracias para todos.

Yo pienso en Carlos, un histórico de la parroquia, que durante meses ofreció su enfermedad y los dolores atroces de un posoperatorio por muchas personas que sufrían o que vivían un momento de dificultad.

Pienso en Pilar, una de nuestras catequistas, que tiene un tumor inoperable en el cerebro. Tendríais que ver su fe, su certeza en Jesús. Quiso estar en la primera Comunión de sus niños hace unas semanas, a pesar de no haber podido estar con ellos durante el último año a causa de la enfermedad. Quiere estar ahora, aunque apenas pueda caminar y las medicinas que toma para curarse le hinchen. Es conmovedor verla con sus niños al terminar la misa. De uno en uno van a abrazar con cariño a la que fue su catequista.

Nosotros también sonreímos al pensar en lo queridos que somos

Pienso en Diana, que el domingo, en una de las celebraciones en honor de la Virgen, hizo la confirmación. Tiene 74 años, es ciega y sorda. Contaba que ella no se sentía digna por su situación física de recibir el sacramento. Hablaba de cómo el Señor, a pesar de todo, había tocado su corazón y recordaba las frases que se leen a menudo en el antiguo testamento y en los Evangelios: Haré ver a los ciegos, yo soy la Luz del mundo. Al final de la celebración, Diana ofrece a la Virgen un ramo de flores que le habían regalado: «Son para María». La fe de la gente sencilla cambia el mundo.

Pienso en Sandra, que ha vuelto a la fe después de muchos años gracias a la catequesis de su hijo. También hizo la confirmación el domingo. Me dice conmovida: «El domingo no solo fue un día importante por la confirmación, sino también porque recibí el cuerpo y la sangre de Cristo. La última vez que lo recibí fue en mi primera Comunión». La procesión comienza en la iglesia en orden y silencio. Rezamos el rosario. Hay quien se hace una foto con la Virgen, otros se unen a la procesión. Caen pétalos de rosas desde las ventanas de un octavo, ¡qué momento más bonito! Elevan a María al cielo. Con el grito ¡al cielo con Ella!, los anderos levantan todo lo posible la estatua de la Virgen. Desde lo alto, María bendice a este pueblo reunido en torno a ella. Sonríe como una madre a sus hijos amados. Y nosotros también sonreímos al pensar que, a pesar de todo, somos queridos y amados.

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