¿De qué tienes miedo?

Las preguntas verdaderas de los amigos pueden abrir el camino para descubrir la propia vocación. La historia de Matteo Pagani, ordenado sacerdote el pasado 22 de junio.

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En el centro, Matteo pagani, junto a los demás sacerdotes ordenados de la Fraternidad San Carlos durante la fiesta de su ordenación.

Agosto de 2010. Cuando acabé bachillerato me invitaron a participar en una peregrinación a Chestokowa, en Polonia, propuesta por el movimiento de Comunión y Liberación, para poner en manos de la Virgen el inicio de la universidad. Tras varios días de camino, ante el icono de la Virgen negra, le pedí lo siguiente: «Ayúdame a entender durante la universidad cuál es mi vocación».

Por entonces tenía novia y en mi mente la palabra «vocación» tenía la forma del matrimonio. Pero lo que no sospechaba es que la Virgen no se quedaría en la imagen de lo que yo quería. Desde ese primer momento, comenzó a responder dando a esta palabra un significado más profundo: vocación era lo que el Señor tenía pensado para mí. En septiembre de ese año empecé a estudiar Economía en la universidad Bicocca de Milán. En ese periodo también fui conociendo a algunos universitarios españoles de CL. Decidí ir de Erasmus a Madrid en mi tercer año de universidad por la amistad con ellos. Esos meses fueron de los más importantes para crecer como hombre y cristiano, de cara a mi vocación.

En enero de 2013, a punto de terminar mi estancia en Madrid, una amiga me invitó a cenar. En un momento, ella me preguntó: «¿Eres feliz?». «¿Feliz? No sabría decirte», respondí. «Estoy en paz». Ella insistió: «Pero, ¿cuándo eres feliz?». Sin pensarlo mucho le respondí: «Soy feliz cuando veo a Cristo presente en mi vida». Nunca había pensado algo así y tampoco sabía de dónde me venía esta idea. En los siguientes días pensé mucho en mi respuesta. De repente, me pregunté: «Si es verdad, ¿por qué no darle toda mi vida?». Una vez formulada, intenté esconderla para evitar mirarla.

«Estoy en paz». Ella insistió: «Pero, ¿cuándo eres feliz?»

Mientras tanto, había vuelto a Milán y allí conocí a don Marco, por entonces capellán de la Bicocca. Por primera vez, puse delante de alguien las preguntas sobre mi vocación, insistiendo más de una vez en que no quería ser sacerdote. Él me escuchó e intentó acompañarme, pero yo seguía bloqueado en mis ideas. En verano, cuando terminé la universidad, quiso espabilarme: «Te doy una semana, cuando acabe llamaré al seminario de Milán para decirles que empezarás con ellos un camino de verificación vocacional». Mi respuesta fue un no nítido. No tenía la menor intención de hacer algo así. Más tarde, empecé la especialidad en la universidad Católica de Milán. Seguía viendo a don Marco, pero no volví a hablar con él sobre mi vocación.

Fue un año muy difícil por muchos motivos. En resumidas cuentas, cada vez me parecía más evidente que estaba huyendo de la llamada del Señor. En agosto, como cada año, fui al Meeting de Rímini, y, hablando con un amigo, decidí volver a poner delante las preguntas que tenía sobre mi vocación. En un momento él me dijo: «Pero, ¿de qué tienes miedo?». Ahí me di cuenta de que la única respuesta que podía dar a esa pregunta era: «No es lo que yo quiero». Fue una conversación larga y una de las cosas que me dijo, me tocó profundamente: «Cuando el Señor nos da signos tan evidentes, lo único que podemos hacer es seguirle». Cuando volví a casa, fui a ver a don Marco y le pedí empezar el camino de verificación que me había propuesto un año antes. Gracias a los encuentros en el seminario de Venegono y a los ejercicios de CLU de ese año, realmente entendí que el Señor me estaba llamando a ser sacerdote. Tenía otra pregunta: ¿sacerdote diocesano o misionero de la Fraternidad San Carlos? Gracias a la ayuda de don Antonio Anastasio, comprendí que el Señor me estaba llamando a entrar en la Fraternidad San Carlos. Tras un año de encuentros, el 8 de septiembre de 2017 llegué a via Boccea. Este verano, después de catorce años, volveré a Chestokowa siendo sacerdote, para agradecer a la Virgen que haya escuchado mi petición.

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